: Un hombre pierde galosha en un tranvía, que cae en la cámara por las cosas perdidas. Para recuperar la cosa, pasa varios días y durante este tiempo pierde el segundo galosh.
La narración se realiza en primera persona.
El narrador perdió un galosh en el tranvía, está claro que "un poco de Arkharist" le pisó los talones, y el galosh salió volando de su bota. Después del trabajo, decidió comenzar la búsqueda y lo primero que hizo fue consultar a un conductor familiar. Dijo que en el depósito del tranvía hay una cámara para objetos perdidos, que probablemente también recibió un galosh.
Al día siguiente, un narrador esperanzado fue a esta celda y declaró que había perdido las garras del "duodécimo número". Le dijeron que tenían tales chanclos, "tal vez doce mil". El narrador recordó que tenía la espalda deshilachada por las botas de agua, que la bicicleta del interior estaba desgastada, que la punta del pie apenas se sostenía y que el talón estaba casi desgastado.
Cuando encontraron un galosh de acuerdo con estos signos, el narrador fue tocado directamente.
Aquí, creo, el dispositivo funciona bien. Y qué, creo, personas ideológicas: cuántos problemas se tomaron sobre sí mismos debido a un galosh.
Sin embargo, no le dieron un galosh, porque no tenía un certificado de que la cosa realmente se había perdido. Por ayuda, el narrador fue enviado a la casa.
Al día siguiente, el narrador acudió al presidente de la casa para obtener información, pero lo obligó a escribir una declaración:confirmando que el galosh se perdió. Un día después, después de recibir un certificado, el narrador volvió a la celda "y sin problemas, sin trámites burocráticos", recibió su galosh.
Al ponerlo en su pierna, la narradora se sintió aún más tierna: en algún país atrasado simplemente arrojarían una galosha, pero nos la devolverían, y no habría pasado una semana. Una cosa es molesta: el narrador envolvió un segundo galosh en un periódico y lo llevaba todo el tiempo debajo de su brazo, por lo que estaba perdida, e incluso no en el tranvía, por lo que fue inútil buscarlo.
El narrador puso el galosh felizmente encontrado en el tocador. Al mirarla, el alma del narrador se volvió "fácil e inofensiva", y recordó con emoción lo bien que funciona nuestro aparato administrativo.